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Vocación de cambiar el mundo por un instante.

Es placentero evocar momentos de la niñez, que han marcado tu vida y que por más que los años pasen a velocidad de vértigo, siguen ocupando un lugar en tu corazón y en tu memoria.

Solo por el hecho de que se tuviera noticia en tu pueblo o localidad de que llegaba el circo, surgía de inmediato expectación, ilusión y alegría. De hecho, cuando se rememoran aquellos momentos, reparamos en esa “familia nómada” que transitando o deambulando por toda la geografía, es “transmisora de ilusión” y por ello, estamos siempre en deuda con aquellos que supieron y se esforzaron en abstraernos de la vida cotidiana y por un rato, trasladarnos a un mundo encantado y mágico, a un estado casi de hechizo y fascinación.

La gente del circo se esfuerza vocacionalmente por entretener, transmitir felicidad e ilusionarnos con sus números e interpretaciones. Hay mucho de abnegación y sacrificio en los componentes de ese gran espectáculo circense, que dejan de lado sus penas y problemas, mutando sus caras para brindar la mejor de sus sonrisas al público, cada vez que comienza la función.

Pretendemos con estas escuetas palabras, rendir tributo a aquellos que, con sus caravanas y camiones, acarreando sus bártulos y carpas, son capaces de crear una ciudad paralela a aquella en la que se asientan durante unas semanas, para traernos con su arte, emoción y divertimento, cada año, su brutal talento.

Únicamente nos resta de corazón, desearles que no cejen ni claudiquen en su actividad, por muchas que sean las penurias, sacrificios y malos momentos a los que, con toda dignidad y arrojo, están habituados a hacer frente, puesto que debe de continuar la función.

P.D. Desde la Plaza del Mar y desde el Distrito marítimo del Grao de Castelló, queremos trasladaros nuestra admiración y absoluto apoyo. Os esperamos cada año.

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